El último refugio de Mate Cosido.

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por Roberto “Beto” Araújo

No sabrán de mí, no entregaré mi cuerpo herido
Quitilipi, Machagay, ¿donde está Mate Cocido?
Corría el 36 y lo quieren vivo o muerto
2.000 de recompensa, se callan los hacheros
Logró romper el cerco de… un torturador
De Gendarmería que tenía información
Herminia y Ramona dudan que lo hayan matado
A éste fuera de la ley, a éste fuera de la ley

Leon Gieco “Bandidos Rurales”

 

Cuando Manzanares se fundió y desapareció, y eso fue allá por finales del 2002 como coletazo de la crisis, (aunque la verdad es que ya venía arrastrando las alpargatas hacia rato), mi amigo Alcino que se dedicaba (y aún se dedica) a producir yerba mate allá por las bandas de Tuparandí, en Santa Catarina, muy cerca de la frontera con Paraguay, tuvo que conformarse con parte del paquete accionario de Yerbatera Campeón, medio que como para recuperar algo de las pérdidas que le había traído el ocaso de Manzanares y sus empresas conexas.

También y ya medio que así como que de garrón, pudo hacerse de un pedazo de tierra metida en medio de la Cuchilla Negra pegada a la línea, en donde allá por principio de los cincuenta, un grupo de visionarios emprendedores vinculados al Grupo Manzanares, habían pensado en iniciar una producción propia y autóctona de Yerba Mate. Con ese fin, compraron un retazo de los campos metido entre las haciendas de los Guimaraes y los Mascaranhas y allí intentaron plantar ese Ilex Paraguanensis de esquiva germinación, con el fin de cosechar su follaje y producir yerba mate, cosa que después y vaya saberse por qué, no les dió el resultado esperado y ese pedazo de campo quedó allí en la Cuchilla como criadero de venados y cruceras, aunque soy testigo de que hay por allá aún (o por lo menos  había hasta muy poco), un monte tupido de árboles de yerba mate, pero eso  es arroz de otro guiso y hoy por lo menos no pienso meter el cucharón.

Lo cierto es que cuando Alcino se enteró de la existencia de ese campo, abogados por medio, se valió de un par de embargos y denunciando la propiedad  en cuestión, al final se quedó con el campo y rápidamente lo quiso “pasar al vintén” , o por lo menos lo intentó , pues la verdad y pese a que anduvimos en la vuelta con inmobiliarias e intermediarios, el mentado campo no valía nada y al final lo mal vendió para unos brasileros,  que creo que querían usarlo medio que como embarcadero de contrabando, pero eso ya no es asunto mío.

Lo cierto es que más de una vez Alcino solicitaba de mi aporte, para que con mi celebre fuquita marrón, fuéramos cuesta arriba por los Portones Negros, la subida de la Diligencia y mucho más arriba, para mostrar el campo a algún interesado.

Pero más allá del poco valor comercial del campito, no es posible disimular el valor antropológico y arqueológico de su enclave, donde se despistaba una tapera de evidente fundamento Misionero Guaraní ,  de lo que solo quedaban apenas unas cuantas piedras esparramadas y el brocal de un pozo a medio derruirse, y de cotelete, se empinaba una tumba sobre un rincón del camino, en cuya rudimentaria lápida se leía “Segundo Peralta” 1897-1963.

Lo recuerdo muy patente pues por ese entonces solía acompañarnos el Chancho, cuyo segundo apellido era precisamente Peralta y juraba que había tenido un abuelo que se llamada “Primero”, por lo cual consideramos muy original la coincidencia de la existencia de un Primero Peralta abuelo del Chancho, y un Segundo Peralta cuya tumba sobrevivía estoicamente confrontando al abandono y acosado por los embates del olvido, cuya muerte había ocurrido precisamente en 1963, el año de mi nacimiento y su natalicio coincidía con el primer levantamiento armado del General Aparicio.

Todos datos que sirvieron para grabar a fuego fechas y nombres de aquella lápida, la que años después habría de comprobar que escondía mucho más en sus entrañas que las raíces de un matorral de Molles, que crecía lindero a su enclave.

Aunque  debo admitir que todo aquello, bien que pudo  quedar sepultado en el olvido, de no ser porque años más tarde, el mismo Alcino pretendiera registrar una nueva marca de yerba, pues deseaba iniciar un nuevo emprendimiento comercial y me encomendó que rastreara en el registro de “marcas y patentes”  sobre los sellos que estaban disponibles y los que dependían aún de Yerbatera Campeón, donde  Alcino todavía tenia buena parte del capital accionario.

Y fue ahí que descubrí que entre una docena de “Marcas” que estaban registradas a nombre de la empresa, figuraban dos que me llamaron la atención: “Mate Cosido” y “Cruz Soria”. Y me llamaban la atención, pues sabía que había leído en alguna parte, que el célebre matrero argentino había jaqueado a cinco Presidentes, desde el mismísimo  Dictador Uriburu hasta el pusilánime   Marcelino Ortiz, quien dispuso de la recientemente reformateada Gendarmería, para intentar poner fin a las andanzas de aquel Robin Hood del Chaco como era conocido; ese mismo que en su condición de bandolero social vinculado a los anarquistas revolucionarios , y quizás por seguir la usanza de los anarcos,  en sus andanzas  usaba comúnmente una seria de “Alias” entre los cuales estaba justamente el de “Cruz Soria”.

Fue ahí donde comencé a atar cabo con rabo, pues pude verificar que el nombre de bautismo de “Mate Cosido” era precisamente “Segundo David Peralta” y su fecha de nacimiento era justamente el 3 de marzo de 1897, datos que se reproducían en la lápida del campo adquirido por Alcino.

Lo demás me contó Alcino, que lo había contado Roberto, uno de los aventureros emprendedores que allá por mitad de siglo quisieron cosechar yerba mate de cuño propio, en las laderas de la Cuchilla Negra.

Según le contó Roberto, después que en el arranque de 1940 la partida emboscara al grupo de Mate Cosido en Villa Berthet,y el desastre se ciñera sobre el bando del mitológico bandido, aún mal herido, Mate Cosido ganó el monte y se fue a Paraguay.

Pero a sabiendas de que la policía lo iba a rastrear y encontrar por esas latitudes, cierta mañana se trepó a un vagón que traía tirantes de quebrachos desde Bolivia para Brasil y acabó en la Frontera de Santana do Livramento, y fue aquí donde por esas cosas del destino, se cruzara con el Chino Bortoloto,  un anarquista napolitano amigo de Bairoleto, (otro de su laya), a quien conociera en sus andanzas cuando en yunta secuestraron a un empresario del algodón en la frontera entre Chaco y Formosa. Ffue precisamente Bortoloto el que le consiguió un puestito de peón en un aserradero de la Cuchilla.

Cuando llegaron los montevideanos para instalarse, e intentar iniciar un negocio de Yerba Mate, enseguida le recomendaron los servicios del “Paraguayo”, como se hacía llamar por esos tiempos el prófugo más enigmático de la historia policial argentina, ese que había sido dado por muerto en la topada de enero del 40.

Un tipo hosco, callado, pero servicial y de palabra, así describía Roberto la figura del Paraguayo, pero según Alcino, que lo escuchó de boca de Roberto, todos en el fondo  sabían que detrás de aquel anciano cansino y reservado que se encargaba del cuidado y raleo de la plantación de yerba mate, se escondía la figura del mitológico Mate Cosido, bandolero a quien el folclore le dedicaría una verborragia suprema, bien ganada a cuesta de su guapeza sin igual, su justiciera prestancia y su escurridiza existencia, que cuando rodeado por la gendarmería pudo escabullirse por entre los talas y algarrobos,  supo evadirse  sin dejar mayor rastro que su sugestiva desaparición  y acabó como encargado administrador de un frustrado yerbatal, el que hoy envejece olvidado, entre las quebradas rupestres de la Cuchilla Negra.

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