Fuego sobre el empedrado

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por Karina Ruiz-Diaz

Es casi medianoche, la algarabía toma cuenta del barrio,
pero unos minutos antes de las doce campanadas se hace el silencio.
La expectativa toma el mando
y los vecinos observan atentamente como los más jóvenes
van encendiendo ramas secas para rodear
la inmensa pira que se armó en la tarde.

Finalmente llega la medianoche y al grito de “Feliz Navidad”, comienza a encenderse la fogata.

Las llamas crecen rápidamente, el espectáculo es increíble y quita el aliento aún a aquellos que crecieron viendo arder esa fogata, iluminando el empedrado, siempre testigo de la historia del barrio.

Es que en Jacinto Vera, la tradición de la fogata navideña tiene al menos un centenar de años. Su objetivo es el de quemar a los Judas, esos muñecos que los más chicos sacan a la calle días previos a la Navidad, para el cual piden una monedita a todo transeúnte desprevenido.

Y así se ha repetido año tras año, convirtiéndose en tradición y orgullo de aquellos que viven o vivieron en ese “barrio de veras”, que entre lunas, ranchos y adoquines, rodeado de avenidas, se aferra a sus raíces, orgulloso de su esencia.

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