Calera de las Huérfanas

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por Karina Ruiz Diaz

A unos 16 km de la ciudad de Carmelo,
departamento de Colonia,
se encuentran la “Calera de las Huérfanas”,
restos de lo que fuera la Estancia de Belén
o Estancia del Río de las Vacas”,
fundada por los jesuitas en 1741.

En un paraje de inusual belleza, donde el silencio solo es interrumpido por el trinar de los pájaros y el sonido del viento, la visión de estas ruinas resulta sobrecogedora, tal vez porque desde la distancia, ya se puede adivinar su carga histórica y todo lo que evocan.

Declarada Patrimonio Jesuítico y Monumento Histórico Nacional del Uruguay, estas ruinas aún conservan parte del esplendor de la iglesia advocada a la Virgen de Belén, así como restos de las construcciones aledañas y hornos de cal que allí funcionaban.

La Lic. Jacqueline Geymonat Bonino, ha reseñado que en el predio de unas 140.000 há aproximadamente, se encontraba “una iglesia, bajo la advocación de la Virgen de Belén, habitaciones, patios, herrería, jabonería, telar, panadería, carpintería, tahona, hornos de ladrillos y tejas. Además contaba con ranchos para las familias de los negros esclavos y para los indios peones. Cercos de palo a pique, dos hornos de cal que abastecieron a Buenos Aires, Colonia y Montevideo y un huerto con gran variedad de frutales y legumbres, donde se destacaban 1.500 cepas de vid”.

En 1767, el rey Carlos III de Borbón expulsó a los jesuitas de todos sus dominios y la estancia pasó a depender de la “Junta de Temporalidades” de Buenos Aires.

En 1777 el establecimiento es puesto a cargo de “las Religiosas de la Caridad”, para mantener el Colegio de Niñas Huérfanas de Buenos Aires, lo que explica que al lugar se lo comenzara a conocer como “Calera de las Huérfanas”.

Con el paso del tiempo y cambio de propietarios, las construcciones sufrieron grandes deterioros, el techo de la iglesia se desplomó y poco se puede ver de lo que fuera la estancia. No obstante, aún se puede apreciar la belleza del edificio eclesiástico, advirtiendo la peculiaridad de que, en esta iglesia construida por los jesuitas, el altar estaba integrado a la pared.

Desde 1999 han comenzado a realizarse distintos trabajos que buscan preservar lo existente, conociendo y valorizando lo que fuera parte de la historia de nuestro país.

Un lugar único, en un entorno de gran belleza, testigo de nuestro pasado.

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