El tumbero

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por Roberto “Beto” Araújo

Anastasio era tumbero.
En verdad fue el único tumbero que conocí en mi vida
y estoy convencido que no han de haber habido demasiados.

He conocido algunos sepultureros, otros funebreros,
pero tumbero, así como el nombre lo dice,
solo conocí a Anastasio.

Se dedicaba a hacer tumbas.
Ya sea a flor de tierra,
amuradas a una pared, o en un foso.
Según la preferencia del cliente.

Oficio que lo obtuvo después que siendo mocete, sufrió una rodada en una yegua bellaquera, que le costó un par de huesos partidos y le tomó fobia a la monta.
Y en el campo, el que no es ducho en la monta, o inventa algo nuevo o se muere de hambre. Y Anastasio entonces rumbeó para la cuchara de albañil.

Pero es dable suponer que los pagos de Mataojo de la década del 30, no le ofrecían demasiado a un aprendiz de albañil, que mas no fuera cavar tumbas y hacer nichos.
Y a eso se dedicó.
Después le hizo gusto el laburo y agarró cierta fama, de prolijo y caprichoso.
Sus nichos y sus sepulturas tenían un toque artístico y particular, que los hacían diferentes y personalizados.

Cierta vez Don Pancho Camargo le encomendó que le irguiera un mausoleo, en la cruz de camino de Charqueada y Cuatro Bocas.
Quedó tan bonito, que don Pancho se decidió por darle utilidad de inmediato y se murió.
Y con él se murió su imperio de cuadras y haciendas, que aburrían las leguas de la infinita soledad del campo.
Pero la muerte de don Pancho, diplomó al tumbero como tumbero de elite.

Todo el que por las redondeces se jactara de ser importante, habría de tener una sepultura con el sello distintivo de Anastasio.
Y asi Anastasio hizo cierto capitalito, levantando muros para los que no habrían de disfrutarlos; triste destino de tumbero. Pero igual le ponía tanto cariño y empeño, que deslumbraba y hacia menos muerte a la muerte.
Y en su apogeo, cuando tenia rancho y potrerito propio, en la yerra de los Da Silva, le puso el ojo a una morenita bayana que andaba vacacionando por el pago y terminó por enancarla.

Pero quizás fue esa cercanía tan intima con la Parca, que de una manera u otra le exigía exclusividad, o una jugarreta del destino que no es fácil de entender.
Vaya uno a saberlo.
La bayanita enfermó y murió de enfermedad nomás.
Entonces a Atanasio se le impregnó cierta tristeza parecida a la resignación.
Y ya no quiso a nadie de su lado.

Una vez se le encomendó que hiciera un nicho para Doña Petrona Nuñes, matriarca de los Nuñes, que con sus noventa y tantos era dable de suponer que pronto habría de necesitar.
Terminó el domingo.
Petrona se murió el martes.
Y quizás fue ese episodio medio casual, medio cabalístico, que comenzó a corroer la fama del tumbero.
El vulgo le tomó miedo.
Y ya los clientes no abundaron y la pobreza se fue arrimando, enancada en el yuyerio que se fue desensillando lentamente al pie del quincho de su rancho.
Corrido por la miseria y el desdén, emigró para el pueblo.

Fue un caudillo amigo que le tenia cierto aprecio, el que le consiguió un puestito en la Intendencia y como lo único que sabia hacer eran tumbas, se le asignó a hacer tumbas en el Cementerio del Lagunón.
Y allí se las pasó, hilando ladrillos en tumbas y panteones hasta que la artritis lo postró.

Su obra, con cierto toque artístico y personalizado, quedó allí coronando la cuchillita, hasta hace muy poco cuando el progreso decidió despóticamente tumbar las tumbas que la caprichosa mano de Anastasio había hilado.
Anastasio murió solo y olvidado en un rancho lindero de la cañadita que va a dar en la Estiva.
Murió de enfermedad y su cuerpo fue depositado en un nicho estándar, muy diferente a los que durante toda su existencia había construido según el gusto del cliente. Bueno, quien sabe ese era su deseo, quien puede saberlo…

otras aportes del autor

2 Comentarios

  1. Hermoso relato…
    Me impactó, en particular, lo que me permito llamar “pasión por el estreno” de Don Pancho… Tal vez debería haberse llamado Don “Pirro”…
    Conozco gente así, estrenadores compulsivos… Ahora que leí este relato pienso que, por suerte, a mi me gusta reservar las cosas para estrenarlas en ocasiones especiales, que ameriten el gesto…
    Pero acá, por estos lares, por esta otra orilla, hay quienes que, con tal de estrenar, hasta estrenan lo que no es suyo… ¡Y son manada!… 😏

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