por Roberto Araújo
(para cumplir con Adelina, “donde quiera que esté”)
Cierta vez, después que colgara una nota referida a la incidencia de la frontera en la resistencia contra la dictadura brasilera, mi amiga Adelina me llamó para narrarme un extraño episodio del que fuera protagonista, allá por finales de la década de los sesenta, en la que en compañía de algunos jóvenes amigos, ayudaron a tres exilados brasileños a emprender su fuga en tren rumbo al sur.
Enseguida se me prendió la lamparita en relación a un hecho fortuito del que fui también yo testigo, en aquella memorable jornada del 16 de junio de 1984, cuando Wilson Ferreira retornara al país.
Yo estaba en Montevideo y se me encomendó la misión de juntar y albergar a la barra que se venía desde la frontera, razón por la cual aquella jornada el mísero apartamento de Magallanes y Miguelete, se transformó en un auténtico reducto de sublevados, que recordaría a los viejos campamentos libertarios de los tiempos de las montoneras gauchas del siglo XIX.
Unos veinte compañeros durmieron en el piso, en los rincones y hasta en los escalones de la azotea, a la espera del amanecer donde nos daríamos cita en los alrededores de la Estación Central, sobre un costado del Puerto, donde arribaría el Vapor de La Carrera, que traía al más grande de los exilados y su familia.
No voy a redundar sobre detalles de aquella jornada, pues no es el motivo que me anima hoy, algún día lo he de hacer, lo prometo.
Lo cierto es que entre quien pernoctó aquella jornada en casa, estaba la flaca Deibi, la que en el entorno oscurecido de aquellas jornadas terminó enredándose con un joven periodista de una revista brasileña, creo que Veja o Isto E, no lo recuerdo bien, el que había viajado a fin de cubrir el evento histórico que se protagonizaba.
Lo cierto es que la Flaca lo levantó y pasaron como tres días fondeados en un hotelito de calle Colonia y después, antes que se fuera, tuvimos la posibilidad de departir con el tipo por algunas horas.
Después, a raíz de ese fortuito encuentro, inicié una amistad que se ha mantenido a través del tiempo y que aún perdura, aunque le he perdido el rastro.
Fue por su medio que al final hice amistad con Almeda, ese excéntrico personaje que ya he referido en otras publicaciones. Pero eso es agua de otro pozo.
Lo cierto es que después que Adelina me planteara el asunto del que fue protagonista, recordé que Mauro, mi amigo periodista, me refería que su padre había salido por esta frontera antes de involucrarse con el movimiento revolucionario de Araguaia, donde al final acabaría muerto y desaparecido. Debo advertir que de alguna manera, su figura inspiró el personaje del Turco Consenian, de mi novela “La Parusia”.
Quise saber sobre los detalles de esa fuga, pero no he podido reencontrar a mi amigo “jornalista” , por lo que recurrí a mi escurridizo contacto especialista en asuntos ocultos y afines, ese tal Almeda.
Después de mucho insistir y persistir sobre el asunto, Almeda, que desaparece pero reaparece a su capricho y voluntad, me alcanzó una especie de dossier donde describe detalles del episodio que bien puede ser la explicación referida por mi amiga Adelina.
Por aquellos tiempos, Frei Betto, personaje de renombre que aún vive y discursa (para deleite de los amantes de la cabeza iluminada, sin importar ideología ni partido), miembro de aquel grupo de Padres Dominicanos sobre quienes recae la inquisidora acusación de haber entregado el contacto que terminaría con la vida de Carlos Mariguela, estaba fondeado por estas bandas y servía de contacto a fin de sacar de Brasil vía Argentina y Uruguay, a los más comprometidos personeros de la resistencia armada.
Entre quienes se ampararon al esquema de fuga estaba un misterioso personaje del que en verdad nadie ha dicho mucho más de lo que el folclore le adjudica, que era conocido por camaradas y enemigos con el alias de “O Veio” (El Viejo).
¿Pero quién era en verdad ese celebre militante de la insurrección norteña?. Pues según la versión de Almeda, no era otro que un veterano armenio nacido en Tabriz (hoy Turquía), en 1901, que había sobrevivido al genocidio turco de las primeras décadas del siglo XX.
Sacado por la Cruz Roja de la zona de guerra, fue llevado a Portugal y después a Holanda, al amparo de una familia de armenios portugueses que huían de la dictadura de Salazar.
El Viejo, cuyo verdadero nombre nadie en verdad conoce, habría participado activamente en la resistencia anti nazi durante la ocupación alemana.
Un eterno sobreviviente, fue aprendido al finalizar el año 1943 y enviado a un campo de concentración en Polonia, pero tuvo la fortuna de que la salvación soviética llegara antes que su osamenta terminara en la cámara de gas. Después de la guerra, asimilado por el ejército rojo, emigró para Azerbayan donde participara de la anexión soviética, y luego ya miembro activo del Partido Comunista, fue destacado a una base clandestina en Gaza, donde debido a su conocimiento del portugués terminó intimando con el Batallón de Suez y conoció al célebre militar y después revolucionario brasileño Carlos Lamarca.
No se sabe cierto si fue el mismo Lamarca quien organiza su migración hacia Brasil, o el reencuentro se daría de manera posterior, lo cierto es que ya en el año 1967 hacia parte del círculo más próximo del líder comunista brasileño, habiendo participado del célebre combate de Vale Da Ribeira; cuando un contingente de siete guerrilleros vadearon el cerco militar que se cerraba en su entorno y terminaron permitiendo que Lamarca pudiera, al fin, seguir su rumbo hasta Bahía donde terminó siendo emboscado y muerto.
Por otra parte, El Viejo habría emprendido el rumbo opuesto, siguiendo hacia el sur y, en compañía de dos guerrilleras, se valieron del salvoconducto de Frei Betto y así habrían llegado hasta esta frontera donde cruzarían la línea para después seguir hacia Europa y después hacia la Unión Soviética.
Pero hete aquí que al llegar a la frontera, el Viejo fue contactado por miembros de la resistencia Brisolista, quienes le informaron de la Operación Araguaia, de la que terminó siendo una pieza fundamental.
Aquella noche El Viejo, después de abordar el tren en la estación de Rivera, con la ayuda de mi amiga Adelina, se bajaría en secreto en Tranqueras, donde era aguardado por sus contactos, quienes lo llevaron rumbo a Masoller, según se afirma con destino a la estancia del Tide Rodríguez.
De ahí se hizo de fondos que se le proporcionarían a los efectos revolucionarios y volvió a Brasil, con rumbo a Araguaia.
Hombre de confianza de Osvaldao, acabó muriendo el mismo día que el líder revolucionario, teniendo sus restos el mismo destino que muchos de los rebeldes, perdido en la inmensidad de la selva amazónica.
Bueno mi estimada Adelina, de las chicas no es mucho lo que pude saber, quizás aún estén por ahí, quizás cayeron en su empeño de procurar un mundo mejor, pero en verdad de ser lo que yo creo que es, usted participó de un evento histórico de vital importancia en la resistencia brasileña y latinoamericana.
He cumplido.


















