por Julio Brum
“Schubert Gambetta fue el héroe de Maracaná.
Tenía todo: temperamento, clase, confianza.
Contagiaba fe. Con gente así es imposible perder”.
(Roque Gastón Máspoli).
Quién hubiera dicho don Schubert, que las cosas son otra cosa.
Aquel 16 de julio de 1950 en Maracaná.
¿Se acuerda?
Cuando usted salió por el túnel le pareció estar volando en medio de un inmenso espejismo celeste donde todo le daba vuelta por la cabeza y se le confundían los colores Don Schubert.
Se le confundía el verde césped carioca con aquellos azulados adoquines de Jacinto Vera, donde jugaba los picaditos cuando era botija.
Era difícil saber dónde estaba parado
¿Se acuerda?
El sol amarillo le sonreía, ¡se reía Don Schubert! Y usted al salir del túnel le cantaba: “vayan pelando las chauchas……vayan pelando las chauchas…..” y la sonrisa se le anidaba entre la comisura de sus labios.
El pitazo del inglés, la pelota picando, las marcaciones, los dribilings, se le confundían con los besos de su gurisa, con sus pestañas, con el mate recién pronto y con los gritos del Obdulio pidiendo que no miraran para arriba
-Miren la pelota no miren a la tribuna- les decía.
Inmenso el Maracaná. El Centenario parecía una chacrita al lado del Maracaná.
Quién hubiera dicho Don Schubert.
El aullido de 200.000 brasileros que le taladraban las orejas, cuando el Obdulio, ¡grande el Obdulio!, se puso la pelota bajo el brazo como si se hubiera puesto el mundo contra el sobaco con el mapita del Uruguay apuntando al corazón.
El silencio se cortaba con cuchillo y la tribuna se fue apagando.
¿Y las patadas?
¡Qué patadas le salían! ¿Se acuerda Don Schubert?
Que patadas preciosas…. que nadie le tocará el área chica.
Era como si le tocarán a su vieja.
Se acuerda de como mordía la pelota, de cómo apretaba los dientes, de lo lindo que sonó aquel grito de gol cuando el Alcides se escapó por la punta y metió el 2 a 1.
Vayan pelando las chauchas ….. Aunque les cueste trabajo.
Qué locura, como si al mundo le falta un tornillo no más.
Parecía que el propio mago hubiera resucitado por un momento para gritarlo.
En aquel silencio mudo del Maracaná le vinieron ganas de bailar un tango.

En ese momento se acordó cuando en el vestuario, un rato antes de salir a la cancha, el dirigente uruguayo Jacobo le recomendó, especialmente al “Cotorra” Míguez, que trataran de no comerse seis, que con cuatro “estaban cumplidos”.
Usté exploto de bronca y arengó a sus compañeros pariendo la famosa “Los de afuera son de palo”.
Que las cosas son otra cosa.
Quién nos iba a convencer en ese momento, que el sol y su sonrisa nos llenaban la cabeza de franjas celestes y blancas y el país, el país entero explotaba uniéndose como siempre y como nunca creyéndose el centro del universo.
Lo más grande.
Y se transformaba en una fiesta inmensa donde hombres mujeres y niños se abrazaban riendo, llorando, entreverados en serpentinas y papel picado cantando y gritando:
Vayan pelando las chauchas
vayan pelando las chauchas
aunque les cueste trabajo
donde juega la celeste
donde juega la celeste
todo el mundo boca abajo.
Un carnaval en pleno invierno, murgas bailando sobre adoquines y tranvías.
Radios recién estrenadas en los boliches viejos que hablaban de la garra charrúa.
¡Qué ironía Don Schubert!
Charrúas

Quién hubiera dicho Don Schubert que las cosas son otra cosa.
Entonces nadie le habló del kerosene y del primus, de lo que los gurises necesitan para ir a la escuela.
De que la gola se va y la fama es puro cuento.
Nadie le habló de la jubilación de los héroes.
¿Y del olvido?
Cosa bárbara Don Schubert ¿qué me dice del olvido?
No le dijeron que a veces el sol se ríe por no llorar.
¿Quién hubiera dicho Don Schubert que las cosas son otra cosa, eh?



















