La tarde cae en Biarritz, desde los barrancos se aprecia una puesta de sol única, mientras en la playa desierta, las huellas estiran su sombra y el grito de una gaviota se mezcla con el sonido de una pequeña vertiente que mana de la roca.
En este balneario casi intocado de la Costa de Oro, donde aún predomina el ruido de las olas en un entorno natural y agreste, es donde se encuentra ubicada, desde hace dieciocho años, la Posada Biarritz o Posada de Martín. Así es como suelen llamarla quienes llegan a disfrutar, no solo de una estadía en este paraíso, sino del bistró que allí funciona y se ha convertido en un clásico de la gastronomía estival.

Pero como se hace para mantener vigente un emprendimiento así, en un balneario tan alejado del bullicio?. La respuesta está en su propietario, Martín Soba, quién siguiendo un sueño, se volcó sin reservas a concretarlo.
Siempre sonriendo, a pesar del arduo trabajo que implica administrar la posada y hacerse cargo de la cocina, no duda en parar a conversar con cada persona que lo saluda, haciendo de esa atención personalizada, una de las claves de su éxito.
“Comenzó como una pequeña posada y restaurante y el bistró fue una adaptación que se dio a través de los años”, contó a aconteceres, cuando le preguntamos como surgió este emprendimiento. “Mirando hacia atrás, me doy cuenta que no existen las coincidencias, yo me crié en un hotel de verano, más o menos como se están criando mis hijos ahora.
Mi abuelo tenía un hotel en La Coronilla, mi padre luego lo continuó y nosotros pasábamos los tres meses de verano allí, obviamente uno va asimilando eso”.
Luego surgió el sueño de la posada propia. Todo comenzó cuando Martín trabajó con su esposa y una amiga en un barcito de Cuchilla Alta. “Cuando cerrábamos, con Sandra pasábamos por una panadería que estaba abierta, comprábamos bizcochos y un colet y nos veníamos a desayunar y ver el amanecer en este lugar. Yo le decía como me gustaría poner una posada justo acá y bueno, distintas cosas se dieron y un año después se terminó concretando.
Fue muy divertido, porque le pregunté a un vecino de la zona, que en ese entonces no tenía construcciones como ahora, si sabía quién vendía terrenos por aquí. Me dijo que sí, que había un vecino, Castro, que vivía en el Prado, en Montevideo. Así que comencé a buscar en la guía los Castro con la característica que correspondía al barrio y lo encontré al cuarto intento. Conversamos, lo pasé a buscar unos días después, para venir a ver los terrenos y comenzó a mostrarme los que tenía en la zona. Pero yo quería uno específico, así que le pregunté si no tenía uno por allí y es cuando me dice que sí y me muestra este lugar, que es el que queríamos. Negociamos y se dio, no podíamos creerlo”.
La construcción la levantamos nosotros, “comenzó con el dibujo de un parrillero y luego dibujé todo alrededor”, recuerda divertido.

A la hora de analizar el éxito del emprendimiento, Martín dice que no hay secretos, “es trabajo y hacer lo que a uno le gusta, eso es una gracia” Un equipo de confianza también entiende que es un factor importante, a la hora de que todo funcione.
No obstante, hay pequeños detalles que hacen que uno se sienta como en casa y es ahí donde se nota la mano de Sandra, quién está atenta a los detalles que marcan la diferencia.
Otro elemento que llama la atención, es que, a diferencia de lo que ocurre en otros lugares, aquí no hay, por ejemplo, horario de entrada y salida u horario para el desayuno. Los huéspedes de la posada pueden desayunar a la hora que deseen, ir y venir cuando les quede mejor, lo que contribuye a mantener ese ritmo lento propio de las vacaciones, logrando al mismo tiempo que las personas se sientan cómodas y disfruten sin presiones.

“Yo siempre digo que trato que esto sea como a mí me gustaría que fuera un lugar al llegar, la gente viene a disfrutar y yo tengo la posibilidad de trabajar con el tiempo libre de ellos, lo que es un handicup brutal. Yo he trabajado en restaurantes en Montevideo y es otra cosa, acá el tiempo está a mi favor, el reloj juega conmigo”.
El menú del bistró es el punto fuerte del emprendimiento y según Martín, hay platos que por la gente se convirtieron en clásicos del lugar. Las pastas, específicamente los raviolones de boniatos y almendras, con la masa de remolacha, son muy buscados, así como la paella.
El que cada plato sea elaborado desde cero, sin duda contribuye a la buena reputación del bistró, que se llena cada día y recibe excelentes críticas.
El esfuerzo para dar lo mejor y de esa forma lograr que las cosas salgan bien, es para Martín, parte de la gratificación, “no tiene precio y eso es algo de lo que se transmite hacia afuera”.













