Formando buenos karatecas para la vida

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Daniel Blanco es instructor de Kyokushin en Buranko Dojo.
Desde los doce años se ha dedicado a las artes marciales,
buscando enseñar no solo el aspecto físico de las mismas,
sino también los valores que forman parte de esta disciplina,
que tiene como objetivo el crecimiento personal a través del cuerpo y la mente.

 

Su inicio en el karate fue casual, “a los doce años comencé a ayudar a un vecino que era carpintero y que practicaba karate. El notó que yo estaba siempre buscando algún deporte que practicar y un día me dijo “bueno, ya te inscribí en el dojo”. Y así comencé, aunque en ese entonces no me gustaba, pero poco a poco me fue atrapando, me enamoró”, contó a aconteceres.

Daniel explicó que la disciplina que enseña, Kyokushin, es un estilo de contacto total y a diferencia de las otras artes marciales, surgió en Japón y no en China. Su creador, Sosai Masutatsu Oyama, lo hizo cien por ciento efectivo en el tema defensa personal, al punto que la frase “un golpe, una victoria” continúa vigente para quienes practican la disciplina.

“Lo que busco es compartir lo que el karate me dio, en medio de la locura en que vivimos”, afirma. “Al comenzar a entrenar, uno empieza a saber pegar y a recibir golpes también. Se empieza a conocer el dolor, sudor y lágrimas. Se deja mucho en esto físicamente, pero a su vez te limpia desde adentro, la parte espiritual.

Hay un sensei que me decía que el entrenamiento él lo tomaba como si fuera una taza sucia que vamos llenando de agua. Llega un momento en que se desborda y limpia todo el exterior. Y es eso, mediante el entrenamiento, el ejercicio físico, uno cultiva la parte interior, resistencia, aprender a manejar las frustraciones, disciplina, confianza, autorespeto. Todos son valores para la vida”.

Y es justamente en este punto, donde la enseñanza en Buranko Dojo busca marcar la diferencia, “yo les digo, especialmente a los más chicos, que nosotros no tenemos que ser buenos karatecas dentro del dojo, tenemos que demostrar que somos buenos karatecas en todos lados. Cuando mamá, papá, un tío precisa un mandado, lo hacemos nosotros. Cuando mamá llega cansada del trabajo y ve que la cama está tendida e hicimos las cosas, ahí somos buenos karatecas.

Y aquí es donde comienza el tema responsabilidades, que a veces es difícil inculcarlo”, explica Daniel.

En esta sociedad que busca la satisfacción inmediata, que todo sea para ya, enseñar una disciplina que requiere de paciencia y determinación no es sencillo y lleva tiempo si se pretende hacerlo bien.

“Lamentablemente en las artes marciales también tenemos organizaciones fantasmas que compiten con quienes desean hacer un trabajo serio. Nosotros tenemos una escala en el cinturón negro de “danes”, que son los rangos maestros, van del 1 al 10 y se representan como rayitas en el cinturón. Han aparecido organizaciones que generan rayas a montones, sin tener la calidad técnica o moral para tenerlas, incluso dando cinturones negros a niños que no tienen la madurez suficiente”.
Esto, a juicio del instructor, también ha generado algo que considera horrible, “el falso sentido de seguridad. Les dicen que están prontos y muchos se creen Bruce Lee y en ocasiones salen lastimados, justamente por creer que pueden hacer frente a cualquier situación.

El crecimiento del corazón

El encare que yo le doy al karate va más allá del físico, porque actividad física podemos hacer en muchos lados. Yo le llamo el crecimiento del corazón, porque uno más allá de las ganas que le ponga, tiene muchas cosas en la vida que tiene que ir acomodando para poder ser justamente uno mismo. Y en eso va el encontrar un maestro que te permita ser vos, con tus defectos, con tus virtudes, pero ser vos, desarrollarte.
Eso es lo que quiero que sean quienes vengan aquí, que sean ellos, siguiendo una línea, una guía, pero ser la mejor versión de ellos mismos. Esto es difícil y hay poca gente que lo entiende” reflexiona.

Pero más allá de los obstáculos, “lo que pretendemos en Buranko Dojo es seguir enseñando el Kyokushin como fue y como es, plegarnos a los avances, pero manteniendo las raíces. Y la palabra perseverancia es la base, el karate no son dos o tres días, Sosai decía “1.000 días de entrenamiento para ser un principiante y 10.000 días de entrenamiento para ser un maestro”.
Y en ese camino estamos. Ver crecer a quienes asisten al dojo, ver cuando un chiquito cambia un cinturón, cuando un alumno sube al podio, eso me llena, emociona y es por eso que espero poder ser un referente para ellos” concluye.

Buranko Dojo
Por qué gastar para que mi hijo entrene Karate?
– Pago por esos días cuando mi hijo viene a casa de la escuela demasiado cansado para ir a entrenar, pero va de todas formas.
– Pago para que mi hijo aprenda a ser disciplinado.
– Pago para que mi hijo aprenda a cuidar su cuerpo y su mente.
-Pago para que mi hijo aprenda a defenderse y sepa que no debe provocar las peleas.
– Pago para que mi hijo aprenda a trabajar con los demás y sea buen compañero de equipo.
– Pago para que mi hijo aprenda a lidiar con la decepción cuando no obtiene lo que esperaba, pero sabe que hay que trabajar más duro.
– Pago para que mi hijo aprenda a alcanzar sus objetivos.
– Pago para que mi hijo entienda que toma horas y horas de trabajo duro y entrenamiento obtener un campeonato y que el éxito no ocurre de la noche a la mañana.
– Pago por la oportunidad que tendrá mi hijo de hacer amistades para toda la vida.
– Pago para que mi hijo esté en movimiento y no frente al televisor.

 

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