Rita Díaz Ferreira, pionera feminista uruguaya

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En este 8 de marzo,
cuando se reafirma la lucha de las mujeres
por ocupar un lugar de paridad en la sociedad,
vale una mirada a los comienzos de los reclamos por igualdad
de las mujeres uruguayas.
En tal sentido, rescatar a la mercedaria Rita Díaz Ferreira,
quien en el siglo XIX ya alzaba su voz
reclamando por los derechos de las mujeres
y exaltando su capacidad para encabezar los cambios sociales.

 

En los escasos lugares donde podía hacerse oír, exigió derechos civiles y políticos para la mujer “como criatura humana consciente y pensante, tan capacitada moral como mentalmente para los trances de la vida”.

Especialmente destacable, es un contundente artículo publicado en “El Indiscreto”, el que transcribimos, donde llama a las mujeres a dejar de conformarse con su rol de “adorno” y emplear la prensa como arma para ser oída y conquistar su emancipación, logrando “la redención de la mujer por la mujer”..

“En Europa y en la América del Norte, es muy general la mujer en el periodismo; la mujer, velando no solo por sus intereses particulares, si, por los de la sociedad en general; tomando un interés idéntico al del hombre, en las cuestiones palpitantes de actualidad.

Es éste un ejemplo que debía ser imitado por la mujer sudmericana, probando de este modo que no le es indiferente el porvenir de su familia, de su patria, dejando de ser el parásito de la sociedad. Llevando al mismo tiempo la luz al hogar de su hermana, de esa hermana que vive en las tinieblas, que muere de inacción: sacando inteligencias del ostracismo. ¡Santo sacerdocio desempeña el misionero de la verdad!

La imprenta, como uno de los descubrimientos más grandiosos que tiene la humanidad, y como poderoso agente civilizador, debe ser la primer arma de que ha de hacer uso la mujer, para la conquista de su emancipación ; pues solo de la prensa es de donde puede ser oída su voz, siendo muy necesario la haga oír cuanto antes, para que no crea el mundo que vive feliz en su reclusión, como desgraciadamente aparenta creerlo la sociedad.

La sociedad dice que la mujer está contenta de su suerte, que está conforme con el triste rol que su egoísmo le designó; que se considera feliz. Contenta?…Conforme? Porque no oye sus protestas, porque no ve sus lágrimas!
Feliz? porque no calcula lo inmenso de su desgracia porque no recuerda que no hay esclavo que pueda serlo!

Debe, pues, subir á la tribuna pública, dejar correr sus lágrimas desde allí, esas que sin alarde derrama todos los días en el hogar—para que la sociedad vea su dolor y convencida de su sufrimiento, trate de mejorar su suerte.

La mujer, en la prensa, puede ‘ocuparse de todas las cuestiones de interés público, y sin prescindir de ellas, dedicarse especialmente a las cuestiones de su sexo, que tanto necesita de su ejemplo; de una palabra de estímulo.
Así será la obra de la redención de la mujer por la mujer.

Combatir la preocupación: es esta su primer tarea, pues la mujer vive subordinada en un todo a ella.Educarla, ilustrarla; solo entonces tendrá conciencia de sus acciones, despreciará la rutina; conocerá su misión.

Desgraciadamente, las pocas mujeres que entre nosotros se han dedicado á escribir para la prensa, han seguido la mayor parte de ellas el ejemplo de ciertas escritoras europeas, (que aquí cuentan con muchos partidarios). que en vez de decir a la mujer :…estudia, solo en la ciencia encontrarás la verdad, que esa sea tu religión; abre un tratado de fisiología, estudia la medicina que estás obligada a cuidar de tus hijos, lee la historia e inspírate en el ejemplo de la madre de los Gracos, y parodiándola, repite todos los días á tus hijos que tienen una patria; tu misión es muy grandiosa, tu esfera es el hogar; no eres un dije,— la dicen : …estudia la música, que es un adorno necesario a la mujer, lee los novelistas contemporáneos, ve cuan poca diferencia hay entre los extravagantes cuadros de la novela y los de la vida real.

Lee los periódicos de modas y sigue sus ascensos y descensos como si estuvieras en la misma Europa. Lee crónicas galantes y verás á M. Pompadour dando su nombre a una época ; era la reina de la moda. No descuides un instante el atavío, tu misión es agradar, tu esfera de acción son los salones, eres un precioso adorno!.

Tal es la prédica de la mujer. En esa mujer, que ha podido elevarse, mirar bajo un punto de vista más verdadero la vida, la sociedad, sus tendencias, los fines que debe perseguir, es indisculpable su proceder.

La mujer que da el primer paso para llevar sus ideas a la prensa, alcanza a comprender perfectamente lo pernicioso de una propaganda tal: alimentar la preocupación, estimular la rutina; justamente estas son las causas que tienen estacionaria a la mujer.
Sacarla de esa inmovilidad, obligarla a desempeñar su verdadero rol en la sociedad; su rol de individuo, decirle que tiene deberes sagrados que cumplir para con su patria, para con la humanidad, y que esos deberes no los cumple empolvándose delante de un espejo, ejercitándose como hasta hoy en la perfección de estos adelantos.

¡ Quien, sino la mujer, es la que ha de educar al ciudadano, que más tarde ha de decidir del porvenir de una nación!.

Necesitamos la mujer en el periodismo, posesionada de su misión, que censure enérgicamente la frivolidad de su sexo y habrá atacado el mal en su propia base; tomando por consecuencia un cambio favorable al bienestar general”.

Rita Díaz Ferreira

Montevideo, diciembre 10 de 1884.

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