Un cowboy en la frontera

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por Roberto “Beto” Araújo
(La extraña historia de Don Longa)

En el atardecer del día 13 de noviembre de 1913,
el pueblo de la frontera, en multitudes,
se abarrotaba sobre la Estación de ferrocarriles de Rivera.

La razón de tanto alboroto
se justificaba en el hecho
de que en el tren que se arrastraba lánguidamente
sobre las vías desde Santana Do Livramento,
 venía como pasajero,
nada más ni nada menos
que al ex Presidente norteamericano
Theodore Roosevelt.

Procedente de lo más recóndito de la selva amazónica, donde en compañía del científico militar y naturalista brasilero Cándido Rondon, había protagonizado una de las más singulares campañas de exploración de la historia continental, abarcando en sus incursiones las cuencas del Amazonas y del Paraguay, vadeando desde las brumas del Ángel venezolano hasta los esteros misioneros del alto Paraná.

Y fue así que en tal ecuménica ocasión, mientras el gentío escuchaba sin comprender ni un medio el escueto discurso en inglés del ilustre visitante, nadie le prestó mayor atención al hecho que entre los presentes faltaba el único compatriota del excelentísimo ex Presidente que vivía por estas bandas.

Y me refiero a don Henry Hosman, más conocido entre el vecindario que mucho lo apreciaba, como don Longa, un simpático gringo que irrumpiera de improviso en la frontera, a finales de 1910 y que instalado como comerciante, había cosechado la amistad y aprecio de los vecinos del Cerro del Hospital.

Pero más allá de su injustificable faltazo en tan épica instancia, lo más enigmático de la historia radica en el hecho de que don Longa desde ese día no volviera, según se sabe, a dar la cara por la frontera y tan inaudita ausencia habría de extenderse por la eternidad, cuando años más tarde llegara la noticia de que el mentado habría muerto víctima de la gripe española al finalizar el año de 1920, en el puesto de una estancia enclavada entre Paso del Horno y Sarandí de Arapey.

La verdad, según se dice, nadie por entonces había prestado mayor atención a la sorpresiva desaparición de don Longa, coincidente con la visita de su ilustre conterráneo y ciertamente el mismísimo ex primer mandatario, nunca habrá sabido que había pasado por entonces a pocos metros de quien fuera en su tiempo, su más encarnizado enemigo, el que junto a su gavilla habían enlodado la imagen de su administración a límites de lo escandaloso y lo que a la postre habrían de hacer  abortar cualquier intento de continuidad electoral; pues habían sembrado el pánico y el terror a tal punto en el Salvaje Oeste, que llegaron a ser una autentica abominación. Fue en aquella región, donde los robos y atracos a bancos, trenes y diligencias de su autoría, le habían causado un dolor de cabeza mayúsculo al épico Ted Roosevelt, quien se vio superado por la impunidad de esa banda de maleantes.

Y quién, al fin, habría de suponer que el pacífico y amistoso don Longa, no era otra persona que el mítico Cowboy Sundance Kid , el íntimo amigo del no menos célebre  Butch Cassidy , quienes después de posar junto a tres compinches en una célebre fotografía que hizo historia, inspiraron toda la industria cinematográfica que catapultara a Hollywood por casi cincuenta años con sus producciones referidas al Far West.

Si bien oficialmente se dice que ambos bandoleros, huyendo de la ley y de sus Marshall, que se empeñaron en poner fin a sus andanzas y exabruptos, emigraron al Rio de la Plata a bordo de un vapor británico y luego de una breve estancia por Buenos Aires, siguieron rumbo a la frontera patagónica donde se asentaron y procuraron encaminar sus descarríos, la mácula de un pasado indigno no estaba dispuesta a sepultar sus impropias hazañas como si nada.

Y aún en ese remoto extremo del fin del mundo, llegaría  la saña vengativa de los Sheriff gringos y descubiertos, debieron vadear la cordillera pasando a Chile y continuando su fuga habrían llegado hasta  la inhóspita Bolivia.

Agotados y envejecidos, aún debieran de purgar sus débitos pendientes, cuando a cuenta de un capricho de la providencia y convencidos que su homérica travesía había tenido una tregua, un casual descuido del destino los había puesto frente a frente con un minero canadiense, quien antaño había sido víctima de uno de sus atracos a un tren en el lejano Oeste.

Denunciados, fueron perseguidos y emboscados en un rancho del altiplano, según narra la historia oficial y, según la misma versión, ambos habían perecido en combate en ese infausto atardecer  andino.  

A decir verdad, cuenta la historia oficial, que en medio del tiroteo Kid había sido herido gravemente y Butch había optado por ejecutar a su amigo y luego suicidarse con un tiro en la frente.

Pero en verdad la historia no se la creyó nadie, a tal punto que en el año de 2007 un equipo de antropólogos escavó las supuestas tumbas, donde se supone que habrían sido enterrados los eméritos prófugos y no encontraron  nada.

Eso dio alas a la versión sustentada por la familia de Butch, que afirma que ambos sobrevivieron al encuentro, valiéndose de un voluptuoso soborno a sus perseguidores, y poco después se despidieron definitivamente. Butch habría retornado a Estados Unidos, muriendo con más de noventa años en un Rancho de Texas y Kid habría emigrado a Brasil, siguiendo su ruta hasta la frontera con Uruguay.

Con la parte del botín que le sobrara, se había instalado en una casa en las barrancas del Cerro del Hospital y enredado en los negocios de compra y venta de cueros, había vivido pacíficamente sin revelar a nadie detalles de su oscuro pasado como Cowboy del lejano Oeste .

Don Atilio Iglesias, quién obrara como peón en la estancia de los Mascarenhas y quién supo tropear por años entre la cuchilla y la tablada, conoció personalmente a don Longa y aseguraba que en las tertulias fogoneras, mucho se hablaba de la oscura leyenda del Cowboy y según su versión, el prófugo siendo amigo de un estanciero de la zona, al presentir la presencia del ex Presidente norteamericano, optara por esconderse por algún tiempo en los vastos llanos de Sarandí de Arapey. Allí conocería y se enamoraría de la sobrina de un potentado estanciero de apellido Fros, con quién se casó y tuvo tres hijos antes de morirse en el año 1920, víctima tardía de la epidemia de la gripe española.

Los ribetes épicos de esta historia, hacen suponer que por ahí aún han de andar los herederos de una fábula que, forzada por los caprichos de la providencia, trepa en el mundo de la ficción y se acomoda entre los pelegos del mito y acaba pariendo una camada de cuentos que andan retozando entre los porteros de piedra de la leyenda.

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3 Comentarios

  1. Una historia muy real la de la fuga de la inexpugnable cárcel de Alcatraz. Fueron 3 presos los que huyeron y jamás se volvió a saber nada de ellos.

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