Un Jesús riverense

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por Raphael Ficher



Si Dios es omnisciente y omnipresente,
¿por qué razón no se le ocurriría el hecho
de que el advenimiento de Jesús se dé en Rivera?


Su vuelta
(como tantos pastores y sacerdotes lo piden),
sería por estos pagos,
resurgiendo desde el hueco de la “Pedra furada”.

Quizá fundaría la nueva Sion en la avenida Sarandí
y se pasearía usando un garmen
por entre los autos que dan una vuelta en el centro.


Y es que por aquí proliferan de tal manera las iglesias y en esas mismas iglesias tanto lo llaman, que no me sorprendería que el tipo renaciera (si es que una vez murió), en estos caminitos de tierra colorada.

Seguramente los devotos, al ver al verbo hecho carne, le harían ofrendas de ticholos y pé de moleque. Los apóstoles nuevos, serían los que dominan la fe en la frontera. No importa si son evangélicos, mormones polígamos, católicos, testigos de Jehová o protestantes.

Me parece que, al nuevo Jesús, le encantarían los terreiros de Umbanda. Le parecían divertidos ya que en esos lugares se baila, se canta, se toma, se fuma charuto y unen en un gran sincretismo todas las demás religiones.

Veo a nuestro señor yendo a comprar al Niederauer, buscando ofertas de pan y vino. Quizá se sentiría desilusionado con el tema del cambio del real y buscaría precio en el Righi. Se desilusionaría mas todavía y entraría a reclamar el diezmo a los fieles que siempre habían donado en su nombre.
Al dueño de la camioneta que tiene como adhesivo en al vidrio de atrás “Foi Deus quem me deu”, le diría, -Bueno cara, devolve entaum-

Usaría una gracia divina para dividir el agua del lago Batuva en dos para mostrar su poder, por que riverense que es riverense, precisa pruebas. Todo el pichaje pasaría por la canaleta del lago escapando de los milico que vienen atrás de las boca. Pero Jesús es misericordioso y cerraría el lago Batuva en el momento que los milico estuvieran pasando.
Miraría al cielo y gritaría -¡Esta vai pá ti, Moisés! Y los piche, que son en definitiva los “pobres de espíritu”, pasarían despreocupados manoteando una tararira de vez en cuando, mientras el agua se mantiene como un vidrio.

El Jesús riverense sacaría las hostias de las iglesias y le diría a los padres que en vez de hostia, que no tiene gusto a mierda ninguna, pusieran un pedazo de xis, si posible con mayonesa casera. Entonces las cosas funcionarían mejor. Solo con ese detalle, promocionaría mucho más a la ya decadente iglesia católica.
También liberaría a los curas para ir a la Cristina, porque sabe que si un deseo se reprime, por un lado, tiene que salir por el otro. Es como si uno se aguanta mucho tiempo las ganas de miyar, llega un momento que sale o sale.

Me imagino al redentor entrando a esos cultos donde gritan a mas no poder a decirles que el es “om ni cien te y om ni pre sen te”, o sea que les diría -Oia bagazo que eu num so surdo. Num preciza tá gritando y molestando tudo u bairro. To ouvindo tudo. ¿Dá pra pará de berrá?

Pero no sé si le harían caso. Lo mismo el tema de los santos de los últimos días. El Jesús se pondría serio y diría (sin el gracioso portuñol), que ya se tuvo suficiente con la inquisición, que se vayan a tomar un café, una cerveza o a hacer una donación de sangre junto a unos testigos de Jehová, para poder salvar alguna que otra vida.

Igual lo que más llamaría la atención es el hecho de que Jesús entraría al cementerio y resucitaría al Curuja. El mendigo se levantaría como Lázaro para pedir un vale a los habitantes de Rivera. Sacaría su mano de las fauces de la tierra haciendo la señal de dinero y atormentaría a toda la bagacera.
El Curuja le preguntaría -¿Mas Deus, pur que me fizeste voltá pá esta merda?- Y Jesús le respondería. Mas tu sabe que tu tem razaum. Mas taum chamando pra covero la nu corralaum. ¿Pur que tu num fala cum u edil pá que te consiga uma yanga? Oia que eu num vim aqui só pá fazé milagre-

Quizás algunos incrédulos puedan llegar a cuestionar al Jesús que hizo su aparición en el departamento, por eso el Señor transformaría el agua mineral que vende Fuente Oriente en vino del Topú, caminaría por sobre las aguas de la “playa” del parque Gran Bretaña, corregiría la mirada bizca del Pontaría y le daría una tunda al gurí de lentes que anda con un parlante por las calle diciendo que todo el mundo se va a ir al infierno.

Diría que (como es lo más lógico), no existe el infierno, que un acto erróneo de un hombre, no merece la eternidad con el capeta y que el único que está en un lugar parecido al inframundo, es el que rebaja el vino del mismísimo ya nombrado Topú, con guaraná rastaquera o el almacenero que corta la mortadela sin sacarle el nylon antes.

Pero es así. De tanto que lo llamaron en las iglesias que surgen como hongos después de la lluvia, el vino. Le gustó la ciudad y beatificó al postre Riveli.

Se fue una mañana y nunca más volvió. Dijo que iba a ver la carrera de camión en el autódromo y nadie más tuvo la dicha. Hasta se borró de Insta y de Face.

Igual los milagros se siguen dando. El otro día mi tío abrió un postre y tenía dos pedazo de durazno adentro. Eso no es poca cosa.

Las iglesias comenzaron a mermar y la gente empezó a ir mas seguido al campo, a leer un cuento a sus hijos, a escucharse unos a los otros.

Los fieles ya no compraron mas la piedra de la descarga en la Universal del pastor que habla de madrugada en la tele. Todos se volvieron más intimistas y se dedicaron más al hombre y a cuidar a los niños y a las mujeres.

El flaco miró desde una nube y pensó. -Tá miornado. So temo que ve como sacá eses santo de yeso das igreja. Me da um jodido medo-

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